En 2010 la revista Nature publicó un breve artículo titulado “Un CV de fracasos”. En ello la autora, Melanie Stefan, sugiere escribir un CV “alternativo” que recopile todas las cosas que salieron mal en el camino profesional, y mantenerlo al lado del CV “oficial”. Stefan, investigadora en el California Institute of Technology, escribe: “Mi CV no refleja la mayor parte de mis esfuerzos académicos: no menciona los exámenes que reprobé, mis solicitudes fallidas de doctorado o beca, o los trabajos que nunca aceptaron para su publicación”. Según Stefan este CV de fracasos sería 6 veces más largo que el CV oficial. Podría ser deprimente a primera vista, pero sirve para recordar las verdades que faltan y podría ser de ayuda para superar la siguiente desilusión.
Cualquier fracaso grande o pequeño que sea, es muy doloroso. Es además muy frecuente seguir rumiando sobre una derrota, para buscar explicaciones o incluso identificar errores y culparse de ellos. Un estudio de 2014 explica que meditar sobre una derrota impide que las personas emprendan algo nuevo o las impulsa a hacerlo con una gran desconfianza. En otras palabras, rumiar sobre un fracaso puede predisponer a más fracasos.
De lo contrario, mantener un CV de desilusiones es muy diferente. Como explica Arthur C. Brooks en un reciente artículo en The Atlantic, el simple hecho de ponerlos por escrito puede ayudar a tener un punto de vista más claro y lógico sobre los hechos, mostrando su lado positivo.
En el mundo contemporáneo obsesionado con los CVs y las success stories, mantener un registro de las desilusiones parece una idea descabellada. Pero el miedo al fracaso es un malestar muy frecuente en la sociedad actual, que no afecta solamente a jóvenes o inexpertos. Según una encuesta de 2018 el 90% de los directores ejecutivos «admiten que el miedo al fracaso les quita el sueño más que cualquier otra preocupación».
El miedo a fracasar puede tener consecuencias duras para el bienestar. Puede alejar de las experiencias satisfactorias de la vida, al disuadir de tomar riesgos y probar cosas nuevas. Pero para algunos, puede incluso llegar a provocar ansiedad y/o depresión.
Según un estudio reciente realizado por el University College London el miedo al fracaso parece estar relacionado con el temor a los resultados desconocidos. La incertidumbre sobre la posibilidad de fracasar preocupa más que las consecuencias reales. Parece que las personas que temen mucho el fracaso están menos motivadas por la posibilidad de alcanzar algo valioso y más por su ansiedad ante la posibilidad de equivocarse.
El miedo al fracaso va de la mano con el perfeccionismo. Ambos llevan a creer que el éxito no se trata de hacer algo bueno, sino de no hacer nada malo. Donde la lucha por el éxito debería ser un viaje emocionante, se siente como un peso.
Como explica El País, “el perfeccionismo extremo es una forma compulsiva de requerir que las cosas y el yo sean perfectos y exactos. (…) Cuando la persona que lucha por la perfección falla, especialmente en presencia de otros, siente un profundo sentimiento de culpa y vergüenza por lo que percibe como una actuación defectuosa de un yo defectuoso”. El perfeccionismo afecta a personas de todas las edades y estilos de vida. Thomas Curran, del Departamento de Ciencias Psicológicas y del Comportamiento de la London School of Economics, propone que estamos ante una “epidemia oculta de perfeccionismo”: nos encontramos bajo una presión infinita por conquistar niveles de logros inalcanzables.
Esta epidemia de miedo al fracaso puede estar relacionada con la obligación de alcanzar el éxito. En el mundo actual la búsqueda de éxito parece el único objetivo profesional que merece la pena tener. Esto aleja de propósitos más sanos y alcanzables como aprender y mejorar, con el resultado que el fracaso puede ser devastador.
El pasado octubre el New York Times publicó un video que cuestiona el supuesto “quien gana no se rinde y quien se rinde no gana”. El vídeo comienza recordando la renuncia de la gimnasta Simone Biles a competir durante los Juegos Olímpicos. En un País que, como EE. UU., siempre ha promovido el imperativo de «ganar», el New York Times cuestiona esa obligación de tener éxito y pone el foco sobre la presión que genera. A veces, lo más valiente que podemos hacer es exactamente esto: detenernos, rendirnos.
Conocer los fracasos de los demás, y especialmente de personas de éxito, parece tener un efecto positivo sobre la aceptación y gestión de los propios. Según X.D. Lin, Profesor de Estudios Cognitivos en la Columbia University, las creencias de los estudiantes de que el éxito en las ciencias depende de un talento excepcional impactan negativamente en su motivación para aprender. Hace unos años Lin y otros investigadores realizaron un experimento: un grupo de alumnos estudió los éxitos y los fracasos de eminentes científicos, y otro grupo solamente los éxitos. El experimento demostró que estudiar los fracasos (y los esfuerzos que de ellos derivaron) de importantes científicos mejoró el aprendizaje y el rendimiento académico de los alumnos.
Por otro lado, hay fuertes evidencias de que el fracaso es un poderoso motor para la mejora. Según un artículo publicado en Nature en 2019, un fracaso temprano en la carrera parece causar un mejor desempeño entre aquellos que perseveran.
Artur C. Brook en su artículo cuenta: “hay un método comprobado para desarrollar coraje frente al fracaso: fracasar”. Cualquier derrota es muy dolorosa y conseguir aceptarla y superarla nos exige mucho trabajo. Aun así, obtener “un 10 en humillación” puede otorgarnos el gran regalo de liberarnos del miedo a fracasar.