Apenas sabemos nada. Apenas sabemos nada de todas las historias que decidieron ser silenciadas y muy poco del mundo que denominamos natural. La naturaleza probablemente seguirá siendo todavía por muchas décadas los adjetivos que la definen: indómita e impredecible. Una caja de sorpresas. Eso precisamente, sorpresa, es lo que uno puede sentir al descubrir que la homosexualidad también existe en el reino animal. Se estima además que es un fenómeno frecuente.
Los primeras evidencias de emparejamientos homosexuales se dieron en pingüinos
Al contrario de lo que pudiéramos creer, el hallazgo de que la homosexualidad se da en el reino animal no es reciente. Una de las primeras investigaciones que encontramos al indagar sobre el tema, es la del zoólogo y explorador antártico George Murray Levick.
Este científico convivió con los pingüinos Adelia en cabo Adare en tiempos del verano austral de 1911. Un par de años después, en 1915, publicó sus estudios que quedaron casi un siglo ocultos hasta que se rescataron en 2012. La censura fue debida en parte a las descripciones detallada de las conductas sexuales ‘inmorales’ de los pingüinos.
Levick fue un cronista que se escandalizo por el sexo sin fines procreativos de estas aves. Sus comportamientos homosexuales y de masturbación, entre otros, quedaron cifrados en clave griega. El explorador resolvió redactarlos como anotaciones a lápiz con este alfabeto griego para que fuera invisible a los ojos de un lector medio sin conocimientos del idioma clásico. Solo se distribuyo un número limitado de copias de su publicación final entre la comunidad científica.
Las contribuciones del zoólogo quedaron teñidas de prejuicios y antropomorfismos. Pero no fue el único científico que pecó de ello, humanizar a los animales era habitual en la ciencia del siglo pasado.
Comprender la sexualidad animal, incluida la nuestra, es materia compleja. Lo que no debemos hacer es caer en la inocencia. Una de las explicaciones que solía aceptarse era la incapacidad de los animales para distinguir machos y hembras de su propia especie.
La homosexualidad se descubrió por primera vez en pingüinos pero no es una excepción en el reino animal. Según recoge el biólogo canadiense Bruce Bagemihl en su libro “Biological Exuberance: Animal Homosexuality and Natural Diversity” existen al otras menos 450 especies. Entre estas encontramos mayoritariamente aves como los Albatros de Laysan pero también insectos, mamíferos y anfibios como escarabajos tenebrios, muflones canadienses, delfines mulares y macacos japoneses.
Un ejemplo cercano: los vínculos afectivos entre hembras bonobos
Los ejemplos de relaciones entre individuos del mismo sexo se dan también en especies mucho más cercanas a nosotros. Los bonobos son un ejemplo de que la evolución puede favorecer la homosexualidad en primates. Las hembras de esta especie mantienen relaciones con otras del mismo sexo. Este comportamiento sexual ‘lésbico’ parece favorecer la formación de alianzas.
Según un estudio publicado en 2019 en la revista científica Hormones and Behavior, al frotar sus genitales, las bonobas liberan oxitocina. Esto parece estrechar el vínculo entre ellas motivando su cooperación e incluso se protegen mutuamente del acoso de los machos.
Un argumento clásico homófobo es que la homosexualidad y bisexualidad son excepciones de la naturaleza. Hay quien lo considera una anomalía e incluso enfermedad por contradecir los preceptos darwinistas. Pero si verdaderamente fuera una preferencia antinatural ¿por qué motivo la evolución las ha mantenido?
En el siguiente vídeo, Bruno Martín aborda las distintas hipótesis que explican que la selección natural favorezca la atracción por individuos del mismo sexo.
Así, las relaciones homosexuales aportan otro tipo de ventajas evolutivas más allá de la procreación. Existen numerosos ejemplos en la literatura científica.
Por este motivo las personas homófobas deberían dejar de escudarse en la biología. Ser gay, lesbiana o bisexual lejos de tratarse un comportamiento errático es, en efecto, natural.