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La gran estafa de las editoriales científicas

Sólo hay un bien: el conocimiento. Sólo hay un mal: la ignorancia.

Sócrates

¿Alguna vez os habéis preguntado cómo funciona el mundo de las revistas científicas? Supongo que la mayoría de científicos tendrán una idea más o menos clara al respecto, pero estoy seguro que para gran parte del resto de mortales se trata de un mundo desconocido. Por el título se puede adivinar que voy a hablar de un tema bastante turbio y controvertido. Pero no me quiero enrollar más, sin más dilación ¡Vamos allá!

Empecemos por lo más básico: toda la ciencia que se hace en el mundo se traduce en artículos científicos o papers que se publican en revistas científicas especializadas. El rendimiento de un científico se mide por el número de artículos que publica y tienen más reconocimiento aquellos que son publicados en revistas con un alto factor de impacto, es decir aquellas revistas cuyos artículos son más citados en otros artículos del mismo campo. Los autores no cobran nada por la publicación de artículos y se ganan la vida con lo que les paga la institución donde investigan o a través de becas. En la mayoría de casos la financiación para la investigación proviene de fondos públicos, o lo que es lo mismo, del bolsillo del contribuyente.

Y aquí es donde nos encontramos con una paradoja ya que, para poder acceder a estos papers que son el resultado de investigaciones financiadas con dinero público, uno tiene que pasar por caja de nuevo. El precio medio para descargarse un solo artículo de una revista científica es de unos €40. Por otro lado, los investigadores necesitan consultar artículos continuamente para hacer su trabajo. Por este motivo, los centros de investigación y las universidades se ven obligados a suscribirse anualmente a varias revistas por un precio exorbitante. Algunas editoriales, las de más renombre, tienen unos beneficios anuales que quitan el aliento y que rondan el 40%, superando a gigantes como Google o Apple.

¿Y quienes están sacando tajada de todo este asunto? Pues tan sólo cinco editoriales son las responsables de la publicación de más del 50% de papers, siendo Elsevier y Springer Nature las más conocidas. Y es que se trata de un negocio redondo. Los científicos entregan su valioso trabajo a las editoriales sin recibir nada a cambio. Además, antes de publicarse son revisados de forma voluntaria por otros expertos mediante el famoso sistema de revisión por pares o peer review. Las editoriales se encargan básicamente de dos cosas: aplicar un primer filtro a los artículos recibidos para ver cuáles son descartados de entrada y de la maquetación final, que es mínima ¡Y voilá! Así funciona uno de los negocios más rentables del mundo.

Robert Maxwell jugó un papel fundamental en el desarrollo de las editoriales científicas y en parte, de la ciencia tal y como las conocemos hoy en día

Pero esto no siempre ha sido así. Las revistas científicas existen desde hace siglos, pero hasta mediados del siglo XX estaban controladas por sociedades científicas sin ánimo de lucro. No fue hasta después de la segunda guerra mundial que empresarios como Robert Maxwell vieron un importante nicho de negocio en el mundo de las editoriales científicas. Este personaje, cuya vida podría perfectamente adaptarse en una producción de Hollywood, jugó un papel fundamental en el desarrollo de las editoriales científicas y en parte, de la ciencia tal y como las conocemos hoy en día.

En un contexto internacional de auge y expansión de la ciencia, la clave del éxito de Robert Maxwell fue la de crear infinidad de revistas, una por cada pequeño campo de especialización científica. Para poder hacerlo se presentaba en las convenciones científicas y agasajaba a los investigadores con todo tipo de lujos a los que no estaban acostumbrados. De esta manera les convencía para crear nuevas revistas muy especializadas y reclutaba editores para las mismas. A su vez, compraba las revistas ya existentes que pertenecían a sociedades científicas. A medida que iba acaparando buena parte del mercado, logró consagrar sus publicaciones y envolverlas de un halo de prestigio.

Robert Maxwell en el Global Economic Panel, Amsterdam 1989 | Fuente: GaHetNa (Nationaal Archief NL)

Desde entonces, una investigación no se considera válida si no se presenta en formato de artículo en una revista científica. Cuantas más revistas creaba Maxwell, más dinero hacía con las suscripciones, hasta el punto que llegó a convertirse en uno de los hombres más ricos del mundo. En 1991, salpicado por graves escándalos financieros, vendió su editorial Pergamon Press a Elsevier por una gran suma. Curiosamente, ese mismo año apareció flotando sin vida al lado de su yate mientras estaba de vacaciones en las islas Canarias…

Con la irrupción de internet, algunos vaticinaron que este lucrativo negocio iba a llegar a su fin. Pero nada más lejos de la realidad. Las grandes editoriales seguían teniendo el control de las publicaciones más importantes y supieron adaptarse a las nuevas circunstancias aumentando todavía más sus jugosos beneficios. Sin embargo, a principios del siglo XXI comenzaron a aparecer revistas online de libre acceso; publicaciones en las que cualquier persona puede consultar sus artículos sin ningún coste. No obstante, este nuevo modelo también presenta inconvenientes. En la mayoría de estas revistas son los científicos quienes tienen que pagar para publicar. Además, han aparecido las llamadas revistas depredadoras, que se aprovechan de la incesante necesidad de publicar que tienen los investigadores.

El objetivo del Plan S es que todos los trabajos científicos que han sido financiados con dinero público se publiquen en revistas de libre acceso

No quiero terminar sin recordar a dos personajes que han intentado plantar cara a los oligarcas de la edición científica. Por un lado, el malogrado Aaron Swartz, uno de los creadores del famoso sitio web Reddit. El joven programador fue arrestado en 2011 por diseñar un método que le permitía descargar hasta 5 millones de artículos científicos de pago. Acabó suicidándose a los 26 años ante la posibilidad de terminar 35 años entre rejas.

Por otro lado Alexandra Elbakyan, una científica kazaja que, cansada de no poder acceder a todos los papers necesarios para sus investigaciones y convencida de que el conocimiento debe ser libre, en 2011 creó Sci-Hub. Se trata de una página web pirata que ofrece acceso gratuito a decenas de millones de artículos científicos restringidos. En 2017 condenaron a Elbakyan a pagar 15 millones de dólares a Elsevier en concepto de derechos de autor. Nunca los pagó y a día de hoy se encuentra en paradero desconocido. Por fortuna, Sci-Hub sigue siendo plenamente operativo.  

Como apunte final, es importante mencionar el nacimiento del Plan S en 2018. Se trata de una iniciativa promovida por un consorcio de financiadores de la investigación lanzado por el Consejo Europeo de Investigación. Su objetivo es que todos los trabajos científicos que han sido financiados con dinero público se publiquen en revistas de libre acceso. La implementación del plan comienza este año con un periodo de transición de cuatro años. Por tanto, tendremos que esperar para ver como se desarrollan los acontecimientos.

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