Un wasap sin abrir, el pasodoble «Campanera» y tambores de Semana Santa. Un C. Tangana provocador evoca de nuevo la cultura más popular con su reciente sencillo «Demasiadas mujeres«. Una canción a base de autotune que hasta las abuelas sabrían bailar en las verbenas más rancias, pero que genera repulsión entre aquellos que no entendemos el trap. Las canciones de C. Tangana ya han causado controversia en más de una ocasión por sus letras soeces, su mensaje y su estilo musical. Pero por más que no queramos que nos gusten, nos terminan enganchando. Las disfrutamos y contamos en secreto los días para bailarlas en los bares con nuestros amigos. Mientras tanto, otros rehúsan llamar al trap música, y cuestionan su terreno ganado en la cultura milenial.
Para entender el éxito de C. Tangana, demos varios pasos atrás. El trap no es universal, la música, sí. Encontramos expresiones musicales en toda la superficie del globo y a lo largo de toda la historia. Alguna razón tendrá que existir. Entonces, ¿por qué existe la música? ¿Cuál es su función? Esta pregunta se puede responder desde mil ángulos diferentes. El grupo de Patrick E. Savage y colegas publicaban este año una propuesta sobre el significado de la música desde un punto de vista evolutivo. En ella plantean que la música se desarrolló paralelamente a la musicalidad humana -capacidad de crear música- a través de un proceso de evolución bio-cultural.
La teoría de la evolución bio-cultural explica cómo características y habilidades humanas han aparecido o se han visto beneficiadas a partir de presiones ejercidas por nuestra cultura. Es decir, los propios humanos, a través de la cultura que nosotros mismos desarrollamos, somos capaces de influenciar nuestra propia genética.
En el ejemplo de la música, Savage y sus colegas proponen que las primeras creaciones proto-musicales generaron las condiciones necesarias para producir cambios neurológicos subyacentes a la musicalidad. Así, a lo largo del tiempo la música fue desarrollándose paralelamente a nuestra capacidad para crearla. Pero para que esto ocurriera tenía que haber una razón por la cual la música y la musicalidad nos resultaran útiles a los humanos. Esa razón es la vinculación social, clave en una especie social como la nuestra. Esta la llevamos a cabo mediante, por ejemplo, la formación de coaliciones, creación de identidades, reforzamiento de alianzas y relaciones interindividuales.
La música es una herramienta idónea para la vinculación social debido a dos de sus componentes: el ritmo constante y la estructura métrica. Estos componentes dotan a la obra de predictibilidad, lo que facilita su memorización y la planificación de movimientos sincrónicos y coordinados, es decir, un baile acompasado. Pero, ¿cómo actúa la música para generar vinculación social? ¿Qué le pasa a nuestro cerebro cuando escuchamos música, cantamos con amigos, o bailamos?
La predictibilidad de la música hace que se activen ciertas regiones en nuestro cerebro. Al escuchar música en grupo, estas regiones también se activan en los cerebros de los otros participantes. Esta actividad cerebral sincrónica entre individuos se llama resonancia neural, y facilita la vinculación social a través de experiencias compartidas, intenciones comunes y de verse representado en el otro. De esta manera, nuestro cerebro asocia las experiencias musicales con aquellas personas que realizan la misma actividad, y refuerza la sociabilización mediante la producción de oxitocina -la «hormona del amor»- y endorfinas. Si buscamos ejemplos, la cultura musical popular refuerza identidades socioculturales, si quedamos con amigos tendemos a poner música, y si avanzamos a la historia más reciente, en los festivales de música casi todo el mundo expone sus facetas más sociables.
Volviendo a nuestro tema inicial, C. Tangana cumple con el fin de la música de generar vinculación social. Como todo trapero, se ha adueñado de elementos ya existentes de la cultura popular, y lo ha hecho sin sutileza y con osadía. Como queriendo decirte «aunque no quieras, eres esto», recopila elementos para formar un collage de quiénes somos los milenials. Somos la generación que no puede vivir sin tecnología, procedente de una cultura que ha estado marcada por el catolicismo y que aún lastra su desarrollo. Una cultura que ha bailado desde décadas ritmos militares, resquicios de épocas oscuras aún reconocibles en nuestro presente. Los elementos culturales milenials más la predictibilidad de sus ritmos marcados con autotune, han conseguido que reforcemos nuestro sentimiento de pertenencia generacional al vernos representados en sus letras y melodías. Y el día que podamos bailar en los bares, sonará «Demasiadas mujeres» que nos proyectará un chute de oxitocina como resultado de la resonancia neuronal al bailarlo todos juntos.
Quizás mi explicación sirva para eximirnos de culpa y vergüenza por ser cómplices del éxito de C. Tangana. Si no, siempre nos quedará culpar al marketing.
Una respuesta a «C. Tangana y el significado evolutivo de la música»
Me flipa la mezcla de temas, no sólo por lo acertado que es, si no por lo bien hilado que queda.
Creo que a partir de ahora tendré un poquito menos de culpa en el placer secreto que a veces tengo al escuchar este tipo de música!