Ese picor terroso que notas en la punta de la lengua se llama calima. Es polvo sahariano en suspensión. ¡Bienvenido a Lanzarote! Estás en una isla oceánica a 100 kilómetros de la costa africana.
Cuando el viento sopla del Sureste arrastra una nube de arena que difumina el paisaje y duplica la contaminación atmosférica. Sí, esa que generamos cada vez que nos movemos en coche o viajamos en avión.
La calima, cada vez más frecuente, dispara la concentración de varios contaminantes:
- Óxidos de nitrógenos
- Monóxido de carbono
- Carbón negro
- Dióxido de azufre
Este peligroso combo se concreta en un apreciable olor a tubo de escape. La calima (episodio de polvo en suspensión) es cada vez más frecuente y empeora aún más los índices contaminantes. El Consejo Superior de Investigaciones Científicas y el Centro de Investigación Atmosférica de Izaña lo han estudiado y han concluido que constituye un grave problema de salud pública.
Líderes en ozono malo
Ninguna de las cinco estaciones que vigilan la calidad del aire en Lanzarote mide estas partículas ultrafinas. La ley no les obliga a hacerlo.
La principal central eléctrica de Endesa funciona con motores diesel desde los años 80 del pasado siglo. De nada ha valido todavía la declaración institucional de “emergencia climática”. La energía solar y eólica progresan, pero muy lentamente.
Ecologistas en Acción advirtió hace meses que las emisiones de la central provocan los mayores niveles de ozono troposférico (malo) de toda Canarias. Durante 90 días hemos superado los máximos establecidos por la Organización Mundial de la Salud.
Daños colaterales del turismo insostenible
En 1992, la Unesco concedió a Lanzarote el título de Reserva de la Biosfera. ¿Razón? La isla había conseguido desarrollar su actividad humana en armonía con la naturaleza.
Sin embargo, el desarrollismo y la búsqueda de la rentabilidad a toda costa han puesto en peligro la extraordinaria biodiversidad de la isla y el bienestar de su población.
Por las carreteras de la isla ruedan 131.000 vehículos diesel. Es un parque móvil desproporcionado para 80.000 conductores.
El turismo de cruceros es el principal motor económico de la capital, que el año pasado celebró la llegada de 520.000 pasajeros a su puerto. El reverso feo del dato es que los buques usan combustibles fósiles poco refinados que emiten contaminantes óxidos de sulfuro. Podrían usar electricidad en tierra pero está sujeta a elevados impuestos y el carburante de mala calidad está exento. El informe de Transport & Environment es demoledor.
Acción inmediata o distopía
El clima empieza a parecerse peligrosamente al del Sahel. En 2019 la lluvia nos regaló poco más de 52 litros por metro cuadrado. Fueron a parar al mar porque las infraestructuras de captación de agua están abandonadas.
La dependencia del exterior es casi total. Los suministros llegan a la isla en barcos que queman hidrocarburos. El campo se abandonó por el monocultivo del turismo: las 4.700 hectáreas cultivadas en 2004 se han reducido a 3.700, casi todas de viña.
La dependencia del exterior es casi total. Los suministros llegan a la isla en barcos que queman hidrocarburos.
Sobre la mesa de las instituciones se amontonan estrategias para implementar la movilidad eléctrica. Pero todo avanza a un flemático ritmo burocrático. No se atisba la acción inmediata que exige una situación de emergencia.
En la calle hay jóvenes activistas reclamando un cambio de modelo económico. Hay cooperativas de productores ecológicos y consumidores. Empresas de economía social. Sí, hay un reducto de ciudadanos que pide cambio. Pero la mayoría de la población sufre empleos eventuales, parciales y precarios. Su objetivo es sobrevivir al final de mes. Y a las enfermedades derivadas de su mala alimentación. Y a las largas listas de espera de la sanidad pública.
¿Ahora o nunca?
Un 1 de febrero de 1990 la sonda Voyager 1 captó una foto para la posteridad. Era la Tierra a 6.000 millones de kilómetros. Parecía un pálido punto azul. Daba perspectiva. Igualaba. Nos ponía en nuestro sitio.
“Una mota de polvo suspendida en un rayo de sol -dijo Carl Sagan- “Eso es nuestro hogar. Eso somos nosotros”.
Es ahora o tal vez nunca. ¿Sabrá Lanzarote convertirse en la utopía colectiva e igualitaria que soñó César Manrique?