¿Cómo te imaginas al organismo más grande de la biosfera? ¿Y al más longevo? Resulta que no hay que irse muy lejos para ponerle cara a este ser vivo. Sólo se necesita saber nadar, unas gafas de buceo y zambullirte en las aguas del mar Mediterráneo. Supongo que, con esto una puede hacerse a la idea de hacia donde van los tiros. Como diría Peter Pan “segunda estrella a la derecha y todo recto hasta…”: la Posidonia Oceánica, la planta acuática y endémica del Mare Nostrum, Mare Internum o Mar entre tierras – todo depende de la civilización a la que pertenezcas -.
Un ejemplar de esta planta con una longitud de 8km de largo y unos 100.000 años de vida fue hallada en las aguas de Formentera. Más en concreto, en una pradera de alrededor de 700 km2 de extensión entre Es Freus (Formentera) y Ses Salines (Ibiza), a la cual declararon Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1999.
Pseudónimos de Posidonia
Algunos la llaman “El pulmón del Mediterráneo” y no es para menos. Por un lado, es capaz de expulsar hasta 20L de oxígeno por metro cuadrado de pradera. Por otro lado, es considerada uno de los sumideros de dióxido de carbono más importantes. De hecho, en un estudio publicado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) se concluyó que retiene hasta un 89% del total de dióxido de carbono emitido por todos los países mediterráneos desde la Revolución Industrial.
Las praderas de posidonia submarina también han sido comparadas con “felpudos marinos” por su capacidad para atrapar o frenar las partículas que hay en suspensión en el agua. Además, son el hogar de alrededor de 400 especies vegetales y 1000 animales marinos que acuden a ella en busca de alimento, refugio o crianza. Y por si no fuera poco, las bermas de posidonia o “matorral” que se acumulan en la orilla (hacia a las que, por cierto, muchos sienten recelo) juegan un importante papel en la producción de arena de calidad.
Las malas noticias
Sin embargo, no todo podía ser tan bonito. Esta multifacética planta está disminuyendo en extensión. Según el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), a mediados del siglo XXI la Posidonia Oceánica habrá perdido el 90% de su superficie. Estos datos nos sitúan ante otra causa de emergencia climática más que añadir a la lista.
Y como es de esperar, una gran parte de la culpa de esta dramática situación es de origen antropogénico. La pesca de arrastre, el fondeo de embarcaciones, la sobreexplotación urbanística de la costa, el vertido de aguas residuales y sustancias contaminantes y, en definitiva, el cambio climático, son algunos de los ejemplos. Por otro lado, existen especies de algas exóticas invasoras que compiten por los recursos y pueden modificar las características del hábitat, provocando la triste destrucción y el desplazamiento de la tan citada planta.
Planta que no alga, como muchos se refieren a ella cuando van de vacaciones a su destino de playa preferido y maldicen su existencia cuando se la encuentran en su paso -o nado- hacia mar adentro. Pues, es gracias a este gigantesco y milenario ser vivo que podemos gozar de la excepcional claridad de las aguas que bañan las islas – y muchos otros destinos del mediterráneo- sin necesidad de ir al Caribe.
Así pues, la desaparición o regresión de la Diosa del Mediterráneo, nos privaría de todos aquellos beneficios que aporta al medio. Este ecosistema marino sería un infierno para muchos, y no solo para el ser humano. Luchar por una gestión sostenible del litoral que apueste por la conservación y preservación del tan mencionado bosque submarino, del gran pulmón del mediterráneo y del oasis de la biodiversidad acuática es responsabilidad de todos y de todas.