Corren tiempos de júbilo para los aficionados a la astronáutica: la gran competición mundial para la volver a la Luna, visitada por astronautas de la NASA por última vez en 1972, está en uno de los momentos más disputados de la historia.
Con la agencia espacial rusa Roscosmos enfrentándose a grandes recortes presupuestarios y con planes a largo plazo muy vagos, parece ser que solo hay 2 países candidatos en firme para volver a llevar a la humanidad a la Luna: EEUU (liderando una misión conjunta con la UE y Japón) y China.
Y los dos están haciendo méritos para ganar la primera etapa de la carrera espacial del siglo XXI, antes de poner rumbo a Marte: la vuelta a la Luna.
China, con ganas de hacer -todavía más- historia
El programa espacial de China es como un tanque diesel: avanza sin prisa, pero sin pausa, y puede con todo. Gracias a las fuertes inversiones del gobierno y al soporte técnico de Rusia, el país asiático ha experimentado un espectacular desarrollo espacial durante las últimas dos décadas. Primero, en 2003, consiguiendo ser el tercer país en enviar humanos al espacio de forma independiente. Y ahora, en 2020, completando con éxito una compleja misión de recogida y retorno de muestras de la Luna, la Chang’e 5.
Además, ya ultima el lanzamiento de su nueva estación espacial Tiangong este 2021 y planea incluso un alunizaje tripulado alrededor de 2035. Ahí es nada.
Y aunque ya nadie duda que se ha consagrado ya como tercera potencia espacial mundial, solo por detrás de EEUU y Rusia, China sigue con ganas de demostrar su poderío tecnológico y dominio geopolítico.
Solo tres misiones espaciales automáticas a la Luna habían conseguido traer muestras a la Tierra: las misiones Luna 16, Luna 20 y Luna 24 de la URSS, entre 1970 y 1976. Desde entonces, nadie había conseguido realizar con éxito este tipo de misión. Y menos en la cara oculta de la Luna y realizando un acoplamiento automático en órbita lunar entre varias naves espaciales -con un diseño y planteamiento prácticamente igual a una futura misión tripulada a escala.
Después del alunizaje la cápsula recogió hasta 1,7 Kg de muestras de regolito lunar y despegó en dirección a la Tierra, aterrizando sin problemas el 16 de diciembre en territorio chino tras alrededor de un mes de misión.
Unas muestras mucho más valiosas de lo que pueda parecer, porque son las primeras que provienen del lado oculto de la Luna: aportarán datos geológicos diferentes a las muestras del programa Apollo.
Así, China se ha convertido en el primer país que consigue lanzar una nave de ida y vuelta a la Luna y traer muestras lunares a la Tierra durante el siglo XXI. Aunque su presidente Xi Jinping sea prudente en este sentido, el futuro del programa espacial tiene mejor pinta que nunca.
NASA y EEUU, con ganas de reivindicarse
Desde el punto de vista occidental, desde la caída de la URSS nadie había discutido tanto la posición de dominio geopolítico y espacial de los EEUU como China lo está haciendo ahora.
Esta situación, unida a la política de Donald Trump de situar EEUU como primera potencia económica y tecnológica mundial, hizo que el todavía presidente acelerara el retorno de la humanidad a la Luna con misiones tripuladas: el programa Artemisa.
Este programa, equivalente al Apolo de los años 60, pretende alunizar por primera vez en 2024 con dos objetivos principales: que la mujer pise la Luna y establecer una colonia lunar internacional y permanente con la colaboración de la ESA (Agencia Espacial Europea) y la JAXA (Agencia Aeroespacial de Japón).
Aun así, los desafíos sociales y tecnológicos que se deben superar son extremadamente elevados, implicando grandes sumas de dinero público y continuos retrasos y sobrecostes de los contratistas.
Por este motivo es una muy buena noticia el anuncio que ha hecho la NASA sobre la construcción del primer cohete SLS, desarrollado para la misión de prueba Artemis I y que se lanzará a finales de 2021 -aunque ya se habla de un retraso a 2022. Ya se han montado por completo los primeros cohetes auxiliares y realizado las primeras pruebas estáticas, y el trabajo de ensamblaje de la primera misión sigue sin problemas -más allá de los ya conocidos anteriormente y que no deberían afectar al trascurso de la misión.
La construcción del SLS es un trabajo muy complejo y exacto. Se deben colocar piezas de hasta 325 toneladas con precisión milimétrica para construir un cohete que mide unos 110 metros de alto (más que la estatua de la Libertad) y pesa 2600 toneladas (equivalente a 6 aviones Airbus A380, el avión de pasajeros más grande del mundo).
Próximamente, también se acabarán de completar el cohete principal y la nave espacial Orión, la cápsula habitable en la que en futuras misiones viajarán los astronautas.
Se espera que la primera misión de prueba del programa, la Artemis I, sea lanzada el próximo año desde la rampa 39B del centro espacial Kennedy, en Florida, EEUU.
Por otro lado, las misiones tripuladas Artemis II (sobrevuelo lunar) y Artemis III (alunizaje) están planificadas para 2023 y 2024, respectivamente.
Aún así, según los expertos es muy factible que ambas misiones se retrasen varios años. La incertidumbre política sobre la administración Biden y sus posibles cambios en el programa podrían prácticamente cancelar el programa, igual que pasó con Obama. Un programa cuya base fue ideada hace 20 años por la administación Bush con el objetivo de llegar a la Luna… este 2020.
Y mientras, Elon Musk… en su mundo
Y, antes de acabar, no debemos olvidarnos del sector privado y Elon Musk. La persona más rica del planeta y propietario de SpaceX y Tesla, dice que su meta es llegar no solo a la Luna, sino a Marte, antes de 2030. Porque para él no es suficiente tener la primera gran constelación de satélites dedicados a ofrecer internet comercial a todo el mundo ni que SpaceX haya lanzado más cohetes este 2020 que Rusia entera.
Su empresa avanza rápidamente en la construcción de su nuevo cohete Starship, que en teoría será capaz de llegar a Marte con decenas de pasajeros. Pero todavía no ha realizado ninguna prueba orbital: solo los primeros test atmosféricos con prototipos, que avanzan a ritmo frenético y con algunos accidentes -según Musk, algo normal en esta fase.
Y, lo más importante en este caso, con financiación privada y ánimo de lucro, desarrolando el nuevo sistema para lucrarse en el futuro con los billetes a destinos espaciales.
SpaceX es la viva representación de la ambición y el espíritu emprendedor americano que, guiado por el visionario -y en ocasiones megalómano- Elon Musk, sueña con adelantar a todo un coloso con tanta historia como la NASA en la vuelta a la Luna y la llegada a Marte -algo que, de seguir así SpaceX, es más que posible.
¿Quién será el próximo ser humano que pisará la Luna? ¿Será un país o una empresa quién lo lleve? ¿Apareceran nuevos competidores? ¿Será antes de 2030? El tiempo lo dirá. Hasta entonces, toca esperar.